miércoles, 19 de febrero de 2014

Monstruos en el viaje

Casi todos los aeropuertos de Europa estaban cerrados y no realizaban ningún vuelo a ninguna parte pero en el aeropuerto de la Costa del Sol en Málaga si iba a despegar un último vuelo dirección: Londres.

Silvia había conseguido uno de los ultimos billetes disponibles por un precio bastante desorbitado pero lo cierto es que el dinero en esos momentos no era algo que valiese la pena conservar. La gente creía que si amontonaban cantidades ingentes de dinero en sus casas les serviría de algo cuando todo acabara. Pensaban que les serviria para parar a los muertos que se levantaban en las calles...

Por todas partes estaba ocurriendo lo mismo, por una extraña razón la gente que moría volvía a la vida, o lo que fuera o fuese ese estado. Volvían encolerizados con los ojos sedientos de sangres y en busca de presas vivas a las que asesinar para mas tarde desgarrar sus pieles y devorar sus visceras. Muchos los llamaban muertos vivientes, otros más cinéfilos zombis sin embargo la mayoria los llamaba monstruos ya que eso es lo que eran, monstruos que acababan con cualquier cosa que se les ponía por delante, monstruos que devoraban a sus propios seres queridos una vez volvían a la vida. Si, definitivamente ese era el nombre adecuado para ellos.

Aún no se veían demasiados en la ciudad de Málaga y muchos menos en el pueblo en el que residía Silvia donde solo unos pocos se habían acercado y habían sido erradicados fácilmente con una pala muy bien utilizada. Lo cierto es que el pueblo estaba bien protegido, solo disponía de unas 3 o 4 entradas por carreteras y estaba rodeado de escarpados caminos montañosos que bien para un humano inteligente sería fácil de cruzar pero bien era sabido que esos monstruos carecían de la inteligencia suficiente para saber como llegar hasta ahí.

En el pueblo los habitantes se las habian ingeniado para bloquear las entradas por carretera con coches y camiones abandonados y se lo habían ideado para organizar una guardia que estaba compuesta por los miembros mas jovenes del pueblo que se habian presentado voluntarios, a los que armaron con viejas escopetas de caza, algun rifle de precision antiguo que usaban para cazar conejos y algunas palas y hachas. Esta guardia se encargaba de repeler a los monstruos y de investigar a los forasteros que intentaban entrar al pueblo para lograr una seguridad que la ciudad les privaba.

El hermano de Silvia, Francisco se presentó voluntario para la guardia de la ciudad y le dieron una de las hachas para salvaguardar la seguridad de todos los habitantes del pueblo. Sus padres no habían estado de acuerdo pero sabían que todos debian colaborar para que el pueblo saliese adelante. Ellos mismos colaboraban junto con todos sus vecinos en un huerto que habían hecho en uno de los jardines publicos cercanos a la vecindad, ya que la comida dejó de llegar a los supermercados hacía ya un tjempo. En el huerto ayudaban los niños y niñas mas jovenes y las personas demasiado mayores o desvalidas como para realizar labores de guardia o de construcción.

El agua no era un problema ya que las lluvias ese invierno habian sido abundantes ese invierno y el pueblo disponía de un abastecimiento propio de agua, aunque no se permitían el lujo de malgastarla de mala manera. Silvia trabajaba en el mantenimiento de las bombas de agua que suministraban a casi todo el pueblo de agua potable junto a uno de sus vecinos que era experto en ello y le enseñó todo lo necesario para poder llevar a cabo las tareas de mantenimiento.

Hacía casi 3 semanas que no sabía nada de él, de su pareja con la cual llevaban 4 años de relacion y se encontraba trabajando en Londres. Ella habia estado viviendo con el durante 3 años pero cuando todo se fue al garete estaba de vacaciones con su familia, pasando un mes con ellos. Su vuelo salía en dos días y ni si quiera sabía si despegaria. Se iban a casar ese mismo año, en el mes de septiembre. Estaba en España para informarles a sus padres los cuales lo recibieron de muy buena gana, después todo pasó muy rápido, lo que empezó como un leve goteo de información en los informativos de la tarde se convirtió en primera portada de todos los medios televisivos y de prensa. Los vuelos se cancelaban, las ciudades caían en llamas o en el mejor de los casos eran saqueadas hasta los cimientos y mas tarde invadidas por los monstruos.

Todo parecía haber acabado y Silvia necesitaba saber que el estaba a salvo, su vuelo despegaba en dos días y tenía que intentar encontrar a su prometido, en su fuero interno algo le decía que habia sobrevivido, era alguien fuerte y preparado para este tipo de cosas, había leído muchísimos libros que de seguro le ayudarían. Las noticias de Londres no eran muy tranquilizadoras, el famoso Big Ben habia ardido hasta los cimientos por un incendio que nadie pudo sofocar, el Támesis estaba inundado de cadáveres como en los peores tiempos de la peste negra, en las calles no había nada que se pareciese a algo vivo, no habia esperanzas para la capital del Reino Unido. Pero sabía que el vivía a las afueras y que lo habría conseguido. Estaba segura.

Los padres de Silvia le prohibieron terminantemente intentar salir del pueblo, ya sabían que tenía 25 años, que ya era mayorcita pero en ese nuevo mundo ya no importaba la edad el sexo o la condición social sólo importaba lo rápido que pudieses correr y lo fuerte que pudieses aplastar los cráneos de los monstruos. Pero a Silvia no le importaba lo que sus padres dijeran y tampoco le importaba el miedo que sentía de adentrarse sola en un mundo ahora desconocido, tenía que reunirse con su prometido y hallar la manera de sobrevivir a todo eso.

El día había sido duro y la familia Torres Slight estaba sentada en la mesa a la luz de unas velas comiendo las raciones de comida que el nuevo consejo administrador de la ciudad les habia administrado, unas patatas y algunas zanahorias y cebollas con los que habian preparado un cocido calentado en el fuego de la chimenea. Silvia ya había tomado su decisión, se iría esa noche y estaría en el aeropuerto en unas 12 horas si todo salía bien, y aun quedaban 48 horas para que su vuelo despegase. Antes de que la electricidad se fuese para no volver habia conseguido imprimir mapas de como llegar a pie hasta el aeropuerto, atravesando laderas, montañas y caminos evitando las ciudades y los pueblos. También habia conseguido mapas de todas las posibles rutas a seguir para llegar hasta donde su prometido y el vivían. En la maleta de acampada que habia conseguido en una tienda deportiva del pueblo ya tenia guardado el saco de dormir y una pequeña tienda de acampar, varias latas de comida y algunos litros de agua. Sabía que quizá no le durarían todo el viaje pero estaba segura de que se las arreglaría.

Cuando estaba en su cuarto guardando algo que había sobrado del cocido en su maleta su hermano y hermana menor entraron en su cuarto. Ella no dejaba de llorar y en la cara de el se dejaba ver que evitaba llorar por que era demasiado hombre para ello así que el mismo decidió poner fin al silencio.

- Sabemos que te vas a ir y que lo vas a hacer esta noche. - Silvia hizo ademán de contestar pero su hermano Francisco levantó la mano para que no lo hiciera. - No hemos venido para detenerte, sabemos que es importante para ti y por eso hemos venido para despedirnos y desearte suerte.

Cuando termino de hablar su hermana pequeña Victoria se echó a sus brazos llorando y su hermano tambien la abrazó fundiendose los tres en un largo y emotivo abrazo. Su hermano le dio un hacha que seguramente habría robado de la guardia pero la verdad era que lo necesitaría en su camino solo por si surgía cualquier tipo de problema. Le vendría bien. Esa noche como todas las últimas se acostaron temprano y en cuanto escuchó la respiración profunda de sus padres salió por su ventana y bajó por los salientes de las paredes, no le resultó tan difícil como esperaba, tan solo necesitó de unos minutos y alguna torcedura para llegar hasta el suelo. Así emprendía su camino. Un camino que con suerte le llevaría hasta su prometido, en un país lejano y con la duda de si el estaría a salvo.

Lo único que la mantenía cuerda era la fe de que el seguía vivo en alguna parte. Y la estaría esperando por que el sabía que ella no le dejaría tan fácilmente. Solo había un problema... como salir del pueblo.

Había dos opciones, salir por los oscuros y angostos caminos que rodeaban el pueblo para despues reubircarse hacia el aeropuerto o acabar con los dos guardias que normalmente patrullaban en la noche, los cuales casi siempre uno dormía y el otro vigilaba con un ojo cerrado, así podría tomar el camino mas corto y evitar los oscuros prados. Pero quizá tendria que hacer daño a algún amigo o familiar.

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