lunes, 31 de marzo de 2014

IV Churriana (Parte 2 de 2)

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El camino hacia el pueblo había sido extrañamente tranquilo, parecía ser la calma que precede a la tempestad, en cuanto avanzaron unos cientos de metros por las calles mas alejadas del centro de Churriana empezaron a ver como las arterias principales que cruzaban el pueblo estaban atestadas de muertos que andaban arrastrando sus pies, la visión de todas esas cosas que en su día tuvieron una vida, que en su momento fueron personas como ella y que ahora vagaban por el mundo con la única necesidad de desgarrar y morder toda la carne que estuviera viva para así engrosar su ya de por si numeroso ejército.

Se habían armado con unas maderas con clavos que encontraron al entrar al pueblo, estaban llenas de sangre por lo que dedujeron que eran de segunda mano, por llamarlo de alguna manera.

El plan en la teoría era fácil, rodear el pueblo lo más rápido posible por las calles que precisamente estaban menos pobladas para acabar llegando a la casa donde vivían los padres de la mujer de Rafael, en la que con muchísima suerte se encontrarían ellos aguantando como pudieran. Por el camino apenas habían pasado cerca de un par de esas criaturas que estiraban sus brazos intentando alcanzarlos, pero su marcha era lenta y torpe. Todo parecía ir bien hasta llegar a tan sólo un par de calles cerca de su destino, casi un centenar de criaturas se agolpaban en uno de los parques mas grandes del pueblo, cortando casi todos los accesos a la calle donde debían ir.

— Rafael, no hay manera de que podamos llegar... Ven conmigo al aeropuerto, quizá han intentado huir hasta allí. — Silvia intentaba darle esperanzas donde sabía que no había.

— No pienso abandonarles, si están vivos, estarán ahí, ¿acaso no harías tu lo mismo por tu familia? — Esa pregunta hizo que el corazón de Silvia se removiera dentro de su pecho, sabía que en su pueblo estaban preparados para luchar, pero si lo pensaba detenidamente, en realidad había abandonado a su familia.

— Claro, te comprendo, busquemos otra alternativa. — No podía abandonar a ese hombre y ella le necesitaba para poder cruzar el pueblo.

Miraron a su alrededor buscando algún tipo de solución pero se antojaba imposible, era imposible llegar a través de los tejados, la red de alcantarillado era inviable ya que era bastante moderna y no se trataba de túneles por donde pasaba el agua como Rafael sabía que eran en Málaga. Pero entonces Silvia vio algo que le trajo a su mente recuerdos de hacia hacía casi cuatro años cuando estudiaba, ahí estaba con sus cuatro ruedas, llena de polvo y con las puertas abiertas, y unas luces bien bonitas y grandes en el techo. Una ambulancia, Silvia había estudiado para ser técnico de emergencias sanitarias y sabía como usar y como conducir una ambulancia por lo que también sabía como encender las sirenas de la misma. Se lo contó a Rafael, le dijo que podrían encender las sirenas de la ambulancia, contando con que estas aun funcionasen , y atraer a todos los monstruos hacia ella, dejando alguno de los caminos despejados para entrar a la calle a la que necesitaban llegar. La ambulancia estaba en una de las esquinas del parque pero para su suerte no había muchos muertos alrededor por lo que en teoría podrían acceder a ella, encender las sirenas y esconderse en alguna parte para esperar que alguno de los caminos se despejase.

Pero primero tenían que encontrar donde refugiarse de los muertos una vez encendieran la sirena estarían expuestos, tendrían que correr rápidamente a algún lugar cercano y ocultarse, un lugar desde el que también pudieran tener una visión de los caminos que podrían usar y una vez estuvieran despejados ir hacia ellos. En teoría el plan era sencillo pero la practica era otra historia ya que no sabían donde podrían ocultarse y no sabían si los portales de las viviendas que rodeaban el parque estarían bloqueadas, debían ser meticulosos pero el tiempo corría en su contra, decidieron encender la ambulancia y esconderse detrás de uno de los edificios de dos planta cercano a la ambulancia, se irían turnando para mirar los posibles caminos y una vez despejados correrían hacia ellos.

Una vez acordado el plan tocaba ponerse en marcha. Se acercaron lentamente a la ambulancia con la esperanza de que aun funcionase, las puertas estaban abiertas pero podría estar sin batería o simplemente con que las llaves no estuvieran puestas en su sitio todo el plan se vería arruinado. Llegaron a la ambulancia la cual dieron gracias al cielo que no estaba rodeada de muertos, había alguno rondando cerca pero no parecían suponer un problema. Silvia entró en la ambulancia y se sentó en el asiento del piloto mientras Rafael vigilaba por los alrededores, no querían ninguna sorpresa así que Rafael permanecía vigilando el exterior del asiento del piloto, el cual habían cerrado la puerta por precaución pero con las prisas del asalto al vehículo olvidaron cerrar la otra puerta.

Silvia pasó su mano por el contacto donde debería estar la llave rezando por que estuviera ahí. La palma de su mano se encontró con un hueco vacío y sus esperanzas se desvanecieron, tenía a decírselo a Rafael así que se dispuso a abrir la puerta cuando algo tiró de ella hacia el lado contrario con más fuerza de la que Silvia era capaz de soportar y cayó de espaldas al asiento del copiloto con la vista en el techo del vehículo hasta que en su rango de visión apareció una pútrida cara muerta con la boca abierta haciendo caer un reguero de sangre en la cara de Silvia que instintivamente gritó todo lo que pudo y con sus manos intento alejar las fauces de ese monstruo de su cuello, no quería perder la vida tan pronto, no quería irse al otro lado sin haber visto por última vez a su prometido, apenas le quedaban fuerzas y ya podía oler la boca de aquel ser que desprendía un olor indescriptible, se quedó totalmente sin fuerzas y cerró los ojos esperando el fatídico final de su vida devorado por un monstruo dentro de una ambulancia, qué irónico. No le dolía nada, que extraño, supuso que morir en esas circunstancias le dolería un poco mas. Abrió los ojos y cuando lo hizo lo que vio fue la cara de Rafael mirándola.

— Rubita, tenemos que andarnos con mas ojo, tu grito ha atraído a mas de esas cosas así que mas te vale que te des prisa en encontrar esa maldita llave. — La satisfacción que sintió al saber que no estaba muerta fue inmensa, con fuerzas renovadas al saber que seguía viva comenzó a buscar por todos los escondrijos donde ella sabía que podrían estar escondidas las llaves y tenía razón, en una de las viseras que se usan para tapar el sol, metida en uno de los bolsillos de los que disponía se encontraba la llave y rápidamente la puso en el contacto, no le hizo falta encender el vehículo, tan solo presionó uno de los botones del panel y las luces se encendieron emitiendo el clásico sonido de las ambulancias. Ahora tocaba salir corriendo. Silvia se bajó de la ambulancia mientras veía como Rafael aplastaba algunos cráneos con una de las tablas con clavos pero ya se veía como la multitud de monstruos iban hacia la ambulancia a paso torpe, pero condenadamente rápido así que se ocultaron detrás de uno de los pequeños edificios desde el que si se asomaban tenían una buena vista de la plaza.

— Mira Rafael, ese callejón nos sirve y esta despejado. — Silvia vio como si estuviera iluminado uno de los caminos que les servirían para escapar, desde su callejón hasta ese había que cruzar la plaza que se había despejado considerablemente ya que estaban todos demasiado entretenidos con la ambulancia así que corrieron todo lo que sus piernas les permitían esquivando algunos muertos por el camino que intentaban atraparlos pero para la suerte de ellos, eran mas rápidos que los muertos.

Llegaron al callejón exhaustos y se sentaron durante un minuto, habiéndose asegurado previamente de que todo estaba despejado. El callejón no era lo suficiente ancho para que dos personas caminaran en paralelo cómodamente así que tenían que ir uno detrás de otro. Rafael iba delante con cautela, el callejón no medía mas de seis o siete metros de largo y una vez atravesado llegarían a la calle donde de encontraba la casa de sus suegros.

El callejón llegó a su fin y Rafael pudo ver la casa donde su mujer y su hijo habían ido, rezaba por que estuvieran bien, vio su coche con las puertas abiertas pero no había signos de lucha ni de sangre así que debían haber salido del coche, había esperanzas.

La calle era una calle estrecha con una carretera de un solo carril y sin aparcamientos, y los edificios no superaban las tres plantas y estaba despejada de monstruos, gracias seguramente al ruido de la ambulancia. Se llegaba a oír golpes en algunos portales signo de que habría alguno atrapado sin poder salir pero no supondrían un problema, Rafael señaló con el dedo la casa de los padres de su mujer y los dos se quedaron pasmados cuando por una de las ventanas tapadas con maderas apareció una pequeña mano agitándose, era de la casa donde debía estar su mujer y Rafael al ver la pequeña mano olvidó toda precaución y corrió hacia el portal, Silvia no tuvo mas remedio que correr detrás de el, pasó el coche de su mujer y cuando apenas le quedaban unos metros para llegar al portal Rafael cayó de bruces al suelo y empezó a gritar, cuando Silvia llegó a donde había caído vio como un horripilante muerto al que le faltaba toda la parte inferior del cuerpo desde la cintura, dejando al arrastre sus intestinos y sus órganos le había agarrado de los tobillos y eso era lo que le hizo caer, vio también como los dientes de ese monstruo se hallaban clavados en una de las piernas de Rafael. El gritaba y también se oía a sus suegros y su hijo gritar su nombre, Silvia divisó como por uno de los callejones empezaban a llegar muertos y se percató de que el ruido de la ambulancia había dejado de sonar, alguno de esos monstruos debía haber pulsado el botón de apagado y los gritos de Rafael y su familia les atrajeron hacia ahí. A Silvia no le gustó lo que pasó a continuación, el muerto que había mordido a Rafael se le estaba subiendo encima y le estaba arrancando literalmente el cuello, solo oía gritos y veía monstruos acercarse hacia ella, estaba en shock, no podía pensar ni hablar ni moverse, todo pasaba como en las películas, a cámara lenta y debía reaccionar. Un grito la sacó de su estado, un grito que la hizo reaccionar, escuchó como el chico gritaba papá y eso encendió algo en la mente de Silvia, debía sobrevivir a toda costa, debía mantenerse a salvo no solo por ella misma así que se dio la vuelta y comenzó a correr en dirección contraria a los gritos y a los muertos que iban apareciendo, dejando a su espaldas gritos y muerte por doquier. Pero necesitaba mantenerlo a salvo y hizo lo que fue necesario para ello, aunque supusiese asesinar a otras personas indirectamente. Corrió y corrió con los ojos empañados en lágrimas hasta que dejó el pueblo atrás y siguió corriendo sin mirar a su espalda, todo estaba borroso, sabía por donde iba y hacía donde iba, se conocía bien el camino pero no veía nada a causa de las lágrimas, y después de varias horas corriendo se cayó de rodillas llorando y jadeando y vio a lo lejos un recinto vallado y con vegetación que cubría las vallas para que no se viera lo que había en el interior, reconocía esa valla, había llegado al aeropuerto.

sábado, 29 de marzo de 2014

IV Churriana (1 parte de 2)

IV Churriana.

Los primeros rayos de luz entraban por los huecos que había entre cada tablón de madera que apuntalaban la ventana de la habitación y como cada mañana desde hacía tres días se desperezo, y tomó un pequeño sorbito de agua ya que debían racionarla en exceso, empezaba a agotarse y no sabía donde conseguirían más.

Las noches desde que llegaron como pudieron se habían hecho eternas escuchando el sonido de los pies muertos y podridos arrastrándose por las calles y los gruñidos que en ocasiones alguno emitía hacían que fuese imposible conciliar cualquier tipo de sueño. Aunque se las había ingeniado para hacer unos pequeños tapones para los oídos con algunos bastoncillos que había encontrado pero no eran suficientes para todos y solo tenía para una persona así que unánimemente decidieron que los llevase el niño, que dormía plácidamente en la cama mientras el mundo a su alrededor se desmoronaba, ¿qué clase de futuro le esperaba? ¿Un mundo en el que habría sólo que sobrevivir a los muertos? Era tan inocente ahí dormido igualito a su padre, la misma postura al dormir, los mismos ojos y la misma nariz, le recordaba tanto a su padre que no pudo evitar que una lágrima cayera por su mejilla. Maldijo el momento en el que decidió salir de casa y maldijo el instante en el que su hijo se coló sin que se dieran cuenta, cuando lo hicieron ya era muy tarde.

Los suministros que habian traido se agotaban, no eran suficiente para 3 personas adultas y un niño, habían usado el agua de las cisternas de los pisos aledaños y los habían saqueado en busca de alimentos sin demasiado éxito, más bien se llevaron una sorpresa al tener que apalearle la cabeza a la vecina del primer piso, o lo que quedaba de ella ya que le habían comido media cara, con una antigua raqueta de tenis hasta que dejo por fin de moverse. Calculó que tendrían agua para aguantar solo ese día y que con la comida podrían aguantar un par de días más. En definitiva estaban bastante mal y estarían peor si no hacían algo, pero sus padres eran demasiado mayores y su hijo demasiado joven para salir ahí fuera, y ella sola no estaba segura de si podría con dos de esas cosas al mismo tiempo, destrozar un cráneo con una raqueta de tenis antigua de madera era bastante complicado pero aun así tendría que hacerlo si no morirían de sed y de hambre antes de que alguien que no fuesen los malditos muertos se diesen cuenta de que seguían ahí vivos.

Habló con sus padres esa misma mañana, lo había planeado todo, saldría de inmediato e iría al edificio de enfrente cruzando la calle, una vez allí forzaría las puertas como su padre, cerrajero de toda la vida, le había enseñado a hacer con una radiografía y algo de maña, solo esperaba que los dueños no se hubieran preocupado de cerrar las puertas con llave ya que no podría abrirlas y no tenía ni las herramientas ni los conocimientos para forzarlas. Pero era lo único que podía hacer para tratar de sobrevivir unos días mas así que lo dispuso todo y vigiló la calle durante un par de horas hasta que estuvo ligeramente mas despejada de muertos, ahora solo vagaban unas dos docenas repartidos por la avenida principal del pueblo, podría correr hasta el portal esquivándolos y no correría ningún riesgo si era lo suficientemente rápida.

— Es el momento. — le dijo a sus padres, les dio un abrazo instintivamente y besó a su hijo en la mejilla mientras dormía, si la veía salir correría a buscarla y no podía permitir ponerle en peligro por segunda vez.

Abrió la puerta de la casa y la cerró tras de si, un rellano vacío y oscuro la recibió como una sombra tenebrosa pero no había lugar para el miedo, se trataba de la supervivencia de lo que mas quería en el mundo, su hijo, y la de sus padres, todos dependían de ella, bajó los dos pisos que la separaban del nivel de la calle y llegó hasta la puerta principal del edificio que estaba convenientemente cerrada, agarró con fuerza la raqueta en una mano y la radiografía que la ayudaría a abrir las puertas con la otra, sabía que el portal del edificio de enfrente estaba abierto pero no había visto ningún  muerto entrar así que se dispuso, respiró hondo y abrió la puerta que hizo un ruido mucho mas sonoro de lo que recordaba y casi todos los muertos repararon en ella lo que complicaba mucho las cosas, instintivamente corrió hacía la puerta del edificio al que debía ir zigzagueando entre cuerpos muertos que trataban de devorarla viva y convertirla en uno de ellos, uno con la cara parcialmente quemada casi le alcanza a unos metros de la puerta del portal aunque al final consiguió llegar, entró al frío y poco iluminado portal y cerró la puerta lo más rápido que pudo, gracias a Dios no estaba rota y se quedaría cerrada si no tendría un grave problema. Había acordado con sus padres que mirarían hacia la puerta hasta que entrara y después ella les haría una señal desde la primera casa en la que pudiese entrar, así que la primera parte del plan ya estaba completa pero necesitaba un respiro así que apoyó su cabeza en una de las paredes del portal y tranquilizó su respiración y su ritmo cardiaco todo lo que pudo y cuando se hubo calmado se sentía dispuesta a empezar a saquear las casas vecinas, se dio la vuelta y allí se encontró a unos escasos cincuenta centímetros aquél rostro muerto con una enorme herida en el cuello que habría matado a cualquier persona normal pero allí estaba, animado por alguna extraña razón. Antes de que ella pudiera hacer algo aquel monstruo hundió sus dientes en su cuello lo que le provocó el mayor dolor imaginable, veía su sangre salpicar mientras intentaba quitárselo de encima a toda costa, aunque notaba como cada vez tenía menos fuerzas, sentía como a cada milésima de segundo que esas fauces la devoraban se le escapaba un halo de vida y en sus pensamientos antes de cerrar los ojos para siempre solo veía a su hijo, y mientras sus párpados se terminaban de cerrar oyó el ruido lejano de una sirena, de una ambulancia, no estaba segura, pero ya no importaba por que ya estaba muerta y en unos minutos se convertiría en un muerto mas que caminaba sobre la tierra.

III El camino (2 parte de 2)

— Levántate muy despacio rubita, no hagas ni un movimiento sospechoso o te quedas sin cabellera aquí mismo. — la voz sonaba temblorosa, asustada.

— No voy a hacerle daño — en su interior sonaba mas firme, no quería hacerle daño pero si tenía que hacerle frente lo haría. — Voy hacia el aeropuerto, solo estaba parando para descansar unos segundos — ya se había incorporado por completo e instintivamente levantó las manos.

— ¿Al aeropuerto? Debes estar loca, hay un largo camino hasta allí. — su tono era ahora de absoluta incertidumbre — Ahora date la vuelta muy despacio.

Silvia hizo lo que el hombre armado le pedía, se dio la vuelta lentamente con las manos aún hacia arriba hasta que pudo verle por completo, tendría unos cuarenta años, su barba era muy poblada al contrario que su pelo, tenia una pequeña mata de pelo en el centro y los lados de la cabeza con dos grandes entradas en la frente que le dejaba solo un pequeño camino de pelo que llegaba hasta la frente, iba vestido con un chándal que había pasado por tiempos mejores y con una sudadera roja con capucha, el arma que empuñaba era de perdigones, lo sabía por que las había visto en su pueblo, ese arma seguramente había dejado a ese cadáver en el coche que vio antes.

El hombre echó un vistazo a Silvia y la cacheo meticulosamente, demasiado meticulosamente habría dicho su prometido. Le quitó la hacha y se la guardó en su propio cinturón, luego bajó el arma y mostró detrás de su gran barba una pequeña sonrisa.

— No necesitarás esto ahora mismo. Ven a descansar a mi casa un poco, luego podrás retomar tu camino y te devolveré tu arma. — algo en su voz hizo a Silvia confiar brevemente en el pero se obligó a no hacerlo, le siguió ya que realmente necesitaba ese descanso, y quizá se equivocaba pero no parecía que no pudiese defenderse contra ese hombre que apenas medía lo mismo que ella.

Le siguió por el camino que ella había querido evitar, el que giraba a la derecha después de la parada del autobús. El hombre abrió una pesada puerta que se deslizó hacia su derecha hasta abrirse por completo, luego la cerró, echó un último vistazo a la carretera e instó a Silvia a seguir hacia delante. Entró entonces a una mini calle de unos 20 metros que tenia chalets adosados a los dos lados de esta, todas las puertas estaban abiertas a excepción de una.

— Todos se fueron en cuanto empezó todo, hicieron las maletas y se largaron. Como si fuesen a estar más seguros allá donde estén, probablemente ya hallan muerto todos. Nunca me llevé demasiado bien con ninguno, mi mujer y yo decidimos quedarnos en este sitio tenemos barreras para pararlos, bastantes suministros y una amplia vista del terreno desde las terrazas, nos pareció la mejor idea así que nos quedamos los tres, mi mujer mi hijo y yo. Por cierto, mi nombre es Rafael. — habían llegado a la puerta cerrada, saco una llave y abrió la puerta.

Una vez dentro la casa estaba bastante desordenada pero dentro de lo que cabía parecía limpia y lo más importante, segura.

— Puedes sentarte en ese sofá de ahí, voy a traerte algo de beber. — Dejó la habitación y desapareció escaleras abajo. Escuchó ruidos de cajas moviéndose y le volvió a ver aparecer por la escalera con dos latas de refresco de cola. — Tengo reservas de estas para media vida, siempre fui un poco adicto a esta mierda y creo que es una ocasión especial para celebrar, tengo una visita. — Le pasó la lata y las abrieron, dio un par de sorbos y se sentó en el sillón de al lado del sofá. — Así que al aeropuerto, ¿para qué quieres llegar hasta allí? — dio otro sorbo a la lata.

— La última vez que tuve noticias de mi prometido estaba allí, — se vio obligada a mentir, no quería que más gente quisiese salir de la ciudad en el caso de que el avión despegase. — así que quiero empezar a buscarle por allí, hace semanas que no se nada de el, y ¿que hay de tu mujer y tu hijo? — no parecía haber hecho la respuesta adecuada ya que Rafael puso una profunda cara de tristeza — perdón, yo no quise...

— No, no pasa nada... Cuando todo empezó decidimos quedarnos aquí ya que lo veíamos más seguro que cualquier otro lugar pero mi mujer se empeñó en que teníamos que traer a unos familiares suyos que viven cerca, el problema es que sus familiares no accederían a venir conmigo, y no podíamos ir los tres, alguien tenía que cuidar de nuestro pequeño así que tras mucho discutir acabó yendo ella sola, mi hijo de seis años se empecinó en que el quería ir a ver a la abuela... Obviamente no se lo permitimos, cuando mi mujer salió en el coche tuve que abrirle manualmente la puerta del garaje y cuando volví a casa subí a su habitación para explicarle el por que no había podido ir, mi sorpresa fue cuando ví que el no estaba, le busqué por todas partes de la casa, en cada rincón y cuando me di cuenta ya era tarde, de alguna manera ese niño tan inteligente mío se las había ingeniado para subir al coche sin que lo notásemos. Y eso fue hace dos días. — Una lágrima empezó a caer y se perdió en su espesa barba. — Ahora no se ni si quiera si siguen con vida. — Finalmente comenzó a llorar tapándose los ojos con sus manos.

— Puede que llegasen bien y que ahora estén aguantando allí, que se hayan quedado rodeados por esas cosas. — La verdad es que no tenía la seguridad que estaba mostrando, más bien lo hacía por reconfortar a ese hombre destrozado.

— He intentado ir muchas veces pero hay demasiadas de esas cosas para pasar yo solo. — dejó de llorar y levantó su vista hacia Silvia. — ¿Me ayudarías a llegar? Quizá entre los dos si podamos conseguirlo.

Silvia se encontraba en un apuro, no sabía que hacer, si iba con él tendría que pasar por el pueblo y enfrentarse a algunos de esos monstruos. Si decidía seguir por su cuenta también puede que no encontrase otra manera de cruzar el pueblo.

— Al fin y al cabo mi objetivo está hacia esa dirección así que si, te ayudaré a encontrar a tu familia — Silvia sabía que era muy poco probable encontrarles con vida, pero ese hombre la ayudaría a cruzar el pueblo, quizá ella sola no habría podido enfrentarse a uno de esos monstruos que ansiaban su carne, se echaría a temblar y la acabarían devorando, no quería eso, quería vivir como también quería llegar a ese aeropuerto así como volver a ver a su prometido.

— Muchas gracias de veras, te ayudaré a cruzar el pueblo una vez hayamos encontrado a mi familia. Te lo prometo. — Su cara había adoptado una expresión de falsas esperanzas. Ambos sabían que no había demasiadas posibilidades de encontrarlos y mucho menos con vida, pero ese hombre necesitaba un atisbo de esperanza aunque fuese totalmente infundada. — Por cierto, ¿cual es tu nombre rubita?

—Silvia, me llamo Silvia.

El sol hacía rato que había dejado de proporcionar luz útil así que decidieron esperar a la primera luz del alba para partir. Dormirían esa noche a salvo, seguros, calientes y refugiados. Silvia durmió en el dormitorio principal que amablemente Rafael le cedió mientras el descansaría en la habitación de invitados.

Hacía cuentas mentalmente sobre cuantas horas le quedaban para su vuelo, no tenía reloj pero cuando llegase la mañana del día siguiente solo faltarían 18 horas, seguiría siendo suficientemente si no se demorase demasiado tiempo en la búsqueda de la familia, esperaba que todo fuese bien, no quería tener que dejar a ese hombre triste y desolado sin haber encontrado a su familia, la perseguiría durante el resto de su vida esa angustia. Su mente estaba plagada de pensamientos y preocupaciones pero el cansancio y la comodidad de esa comodisima cama de látex la hicieron caer rendida a los brazos de morfeo en un santiamén, mientras que ahí fuera, en la oscuridad de la noche cientos de muertos vivientes plagaban ciudades, países y el mundo entero.

sábado, 1 de marzo de 2014

III El camino (1 parte)

III El camino

Había caminado una hora a oscuras ya que la luna estaba llena y podía ver donde pisaba, pero el cielo comenzó a nublarse y la visibilidad se hizo totalmente nula. Quedaban unas horas para el amanecer y maldijo a las nubes por retenerla durante lo que quedaba de noche, aunque en cierto modo lo agradeció, nunca había sido una persona deportista así que caminar durante una hora por ese lodazal la había agotado desmedidamente.

Sacó su saco de dormir y se tumbó encima de una zona de hierba que estaba húmeda pero que era mejor que el barro. Y miró al cielo y volvió a maldecirlo por no dejarla continuar su camino.

Sus ojos apenas se cerraron durante unos minutos en las siguientes horas escuchando todo lo que la rodeaba, el viento moviendo las hojas de los árboles la corriente del río bajando con fuerza hasta su destino en el mar mediterráneo y los sonidos que de vez en cuando la ciudad emitía, sonidos que se transmitían por una ciudad a oscuras provista de los ruidos de antaño como fábricas, vehículos, y lo mas importante, no se escuchaba un solo ruido humano y eso era lo que mas la atemorizaba. De vez en cuando se oía alguna fuerte explosión en la ciudad que se hallaba a unos largos 20 kilómetros pero aún así la explosión se escuchó como si fuese unos metros al lado de su saco de dormir. "Algún fuego incontrolado por la ciudad habrá llegado a alguna gasolinera y habrá volado todo por los aires" era la única explicación lógica que podía sacar de esa explosión y probablemente tuviera razón ya que no existían ya los cuerpos de bomberos ni ningún ser humano que pudiese controlar todos esos incendios. La ciudad estaba perdida. Y su corazón se desmoronó cuando pensó que todo eso llegaría a su pueblo del que acababa de escapar. Se sintió culpable y por un segundo casi se levanta de su saco de dormir y desanda sus pasos pero el deseo de encontrar vivo a su prometido era mas fuerte que todo eso, su misión era encontrarlo rápidamente y que no fuese demasiado tarde. El cansancio del camino estaba poco a poco consumiéndola y sus ojos se cerraban inevitablemente. Le vendría bien dormir unas horas.

Un bebé lloraba en una habitación de la casa en la que se encontraba, no sabía como había llegado ahí pero se levantó y fue en busca del llanto del niño, abrió la puerta y ahí estaba la cuna. El llanto provenía de ahí, se asomó al interior y ahí estaba, un precioso bebé con el pelo castaño y unos ojos preciosos azules. En cuanto la vio paró de llorar la miró un segundo y el llanto se convirtió en la risa que tiene un bebé que te hace querer abrazarlo, el bebé estiró los brazos queriendo que su madre le sostuviera en ellos y le protegiera y eso hizo Silvia, cogió a su bebé y lo meció durante unos instantes hasta que en la habitación entró alguien más.

— He oído a Hugo llorar, ¿está bien cariño? — era el, su prometido y ahí estaba de pie junto a ella y su bebé. Todo iba bien.

Un ruido les sobresalto a ambos, alguien había entrado y había tirado la puerta abajo, ruido de muchas pisadas subiendo por las escaleras arrastrándose por ellas. Cerraron la puerta y al momento la echaron abajo. Cientos de esas criaturas entraron en la habitación y juraría que en esa habitación no había tanto espacio. Cientos de miradas les miraban ansiando su carne y su sangre cientos de cuerpos algunos desmembrados otros con feas heridas en el cuello o cara, era un espectáculo digno del mismísimo infierno.

Se quedaron un instante que pareció una eternidad mirándolos fijamente hasta que el primero de ellos se lanzó contra su prometido que intentó luchar y zafarse, y lo consiguió con el primero pero al hacerlo todos se abalanzaron contra el, los gritos de dolor podrían oírse seguramente en cualquier parte de la ciudad. Vio como le devoraban y en un abrir y cerrar de ojos todas sus cabezas se levantaron dejando a la vista los restos de lo que un día fue su prometido y la miraron a ella. O más bien miraban a su bebé que parecía divertido ante tal situación por que les echaba los brazos como si de un familiar se tratase. Silvia intentó correr lo más rápido que pudo pero la puerta cada vez de iba mas lejos y los monstruos cada vez más cerca hasta que le agarraron una pierna lo que le hizo caer de bruces al suelo haciendo perder al bebé de sus brazos, todos los monstruos le rodearon rápidamente dejándola a ella a un lado, es como si quisieran que viera como iban a despedazar a su pequeño querían hacerla sufrir. El primero de ellos se abalanzó contra el bebé y le dio el primer mordisco que extrañamente hizo al bebé reír. Cuando todos se abalanzaron a por su tierna carne las risas cesaron y Silvia despertó empapada en sudor y jadeando. "Ha sido solo un sueño" se decía para calmarse.
Lo cierto es que no era la primera vez que soñaba con eso, casi todas las noches desde que todo empezó el sueño había sido recurrente, casi a diario.

La luz de las primeras luces del amanecer ya se vislumbraban en el horizonte y calculó que había dormido unas 4 o 5 horas mucho mas de lo que esperaba aunque se levantó agradecida de ese tiempo de descanso, no sabía si tendría muchos más momentos como ese. Recogió el saco de dormir y lo volvió a meter en la mochila no sin antes haberse visto en una lucha por conseguir meterlo en su funda correctamente.

Al menos las nubes habían desaparecido y parecía que el día estaría despejado, aun le quedaban casi 40 horas para la salida de su vuelo y calculaba que le quedarían unas 5 de viaje si todo iba bien.

Con la mochila a las espaldas la pequeña hacha de mano en su cinturón y con la mente algo descansada emprendió de nuevo su camino río abajo.

Una columna de humo se veía salir de la ciudad, tenía que ser un incendio gigantesco para provocar todo ese humo. Es como si la propia ciudad invitara hasta a las ratas a marcharse de ella y desde luego Silvia no estaba dispuesta a ir hacia ella aunque le preocupaba sobremanera su amiga Ainhoa hacía mucho que no tenía noticias de ella y no sabía si estaría bien, ni si quiera sabía si estaría viva, esperaba que si con todo su corazón.

Su mente divagaba en que habría sido de todos sus amigos que vivían en la ciudad y en casi todos los casos los imaginaba muertos y vagando por las calles ya que era la suerte que corrían la mayoría de las personas de la ciudad para su desgracia y para desgracia de todos los que seguían vivos.

El camino cada vez se iba haciendo mas difícil, todo estaba lleno de lodo y barro y le costaba dar un paso tras otro así que miró a su alrededor. Había una pequeña carretera secundaria que la llevaría también a su destino pero que la haría pasar por las proximidades de algún pueblo de los alrededores del aeropuerto lo que implicaba con máxima seguridad problemas.

Alejarse del agua para ella era sinónimo de peligro pero el camino ya era casi intransitable salvo que empezara a nadar y no le convendría nadar durante tanto tiempo en aguas que estaban excesivamente frías no quería coger una pulmonía en ese preciso instante así que subió la pequeña pendiente que separaba la orilla del río de la carretera no sin esfuerzos ya que el barro la hacía resbalar más de lo que le gustaría.

Una vez en la carretera todo parecía desierto la luz del día dejaba ver un tramo de asfalto muerto donde antes circulaban coches e incluso en horas puntas los atascos eran considerables, era muy triste ver todo aquello de esa manera pero no tenía tiempo de pararse a pensar en todas esas cosas y mucho menos en ponerse nostálgica en ese instante. Siguió caminando por la carretera que conectaba los pueblos Estación de Cartama y Churriana en el cual tendría un grave problema para cruzarlo si la orilla del río no era transitable por esa zona, rezaba por que si lo fuera y no tuviera que cruzarse con ninguno de esos monstruos.

A lo lejos a unos 200 metros ya se empezaron a divisar las primeras casas, pequeños barrios construidos a los alrededores de los pequeños pueblos para alojar a una población cada vez mayor, se estaba acercando a su destino pero conllevaba un peligro que ella no había previsto, cruzar barrios y puede que hasta un pueblo. Creía que todo el camino lo haría por el río pero a esa altura seguía siendo intransitable salvo que quisiese dejarse ahí todas sus fuerzas para recorrer tan solo 1 kilómetro. Se paró unos segundos atemorizada, necesitaba respirar y hacerse a la idea de que era muy probable que se encontrase algún monstruo por esa zona, se veían varios coches abandonados con las puertas abiertas en los arcenes de la carretera, tenía que cruzarlo rápido y buscar después algún punto por el cual pudiera cruzar el pueblo entero por el río y si no era transitable, bueno, tendría que apañárselas para pasar por un pueblo probablemente lleno de monstruos.

Iba andando cautelosamente mirando cualquier movimiento a su alrededor, se asustó al ver como unas hojas se movían por culpa del viento, su corazón estaba demasiado acelerado para pensar con claridad. Ya estaba cerca del primero de los 3 coches abandonados un opel astra azul oscuro con las puertas abiertas pero había algo extraño en la parte del copiloto, algo sobresalía de la puerta parecido a un palo grueso, una rama de árbol pensó que sería pero su curiosidad venció en ese momento al miedo y echó un vistazo al interior de ese antiguo astra y lo que vio hizo que se llevara las manos a la boca y le sobreviniera una arcada la cual no pudo evitar y acabó vomitando en el asfalto de esa carretera secundaria de las afueras de la ciudad. Un cadáver estaba en el asiento del piloto con el cinturón de seguridad abrochado y tumbado hacia el lado del copiloto con la mano estirada, como si quisiese alcanzar algo, el pelo casi se le había caído por completo y su cara era mas parecida al de una calavera humana que a cualquier rostro, se fijó bien y vio que tenia un agujero en la parte frontal del cráneo, un agujero muy pequeño para ser de bala, supuso por las películas ya que no tenía ni idea de como era un agujero de bala.

Siguió caminando e inspeccionó desde una distancia prudente el interior de los otros dos vehículos, un seat ibiza rojo y un peugeot 206 gris no había nada en ninguno de ellos pero si señales de lucha y sangre, mucha sangre reseca que manchaba los parabrisas y los salpicaderos de ambos coches, era un espectáculo dantesco que si no hubiera vomitado unos segundos atrás todo lo que tenía dentro lo habría hecho al notar el olor a podredumbre que reinaba a partir de ese punto.

Dejó los coches atrás y se internó en el área de las casas, había una parada de autobús y una calle que giraba hacia la derecha donde unos metros mas arriba empezaban unas hileras de chalet adosados que no parecían tener mejor aspecto que los coches así que decidió no ir a mirar por puro miedo, ya que pronto empezaría a necesitar algo de comida y ahora que acababa de vomitar volvía a tener hambre así que se apartó de la carretera lo máximo que pudo y se sentó en el mismo campo, rodeado de algunos limoneros que habían estado vallados durante algún tiempo ya que no quedaba demasiado de aquellas vallas. Tenía las casas a su derecha a una distancia bastante prudente y la carretera a su izquierda tenia cubiertos casi todos los ángulos así que se descolgó la mochila y sacó una de sus dos últimas latas de melocotón en almíbar, también tenía otro par de latas de judías que dejaría para mas adelante, ahora se le antojó algo dulce así que abrió la lata y empezó a comer, tenía bastante hambre así que devoró la lata con bastante rapidez. Tiró la lata y miró un segundo al cielo despejado, imaginándose que todo estaba bien, cerró los ojos y se imaginó con su prometido haciendo el amor en su propia cama y abrazándole al terminar seguía en sus ensoñaciones cuando notó que algo metálico le presionó la cabeza haciendo que abriera los ojos e intentase incorporarse rápidamente.

— Yo que tu no me movería rubita. — una voz masculina sonaba a su espalda e hizo lo que le pedía no movió un músculo, aunque involuntariamente temblaba, estaba atemorizada, estaba bien jodida